El tiempo se apelmaza – Para la exhibición “Rutas de Escape”, de Federico Villarino – El Mirador Espacio – 2015

Porque el tiempo más se apelmaza cuanto mayor es la intensidad.

El que lo descubre omite lo unívoco y gana el juego (pero pierde la cabeza).

La técnica es siempre un comienzo posible asumida la transparencia del oficio.

Oponerse al ciclo basta para hacer abrupto el fin del mismo. No repetirse. No copiar la semilla. Entonces lograr lo cuasi ideal: no prever el vacío del acantilado.

Alguna entidad biológica se disfraza de autómata. Insertos en sociedad ambos serían filosóficamente indivisibles (la diferencia reside en que uno de los dos se sabría no eterno). 

Camuflado rediseña marcos, luego se redefine a sí mismo.

La entidad no se resiste a la nueva estrategia instintiva: ve un adelante; usa el suelo del que se ocupó en optimizar; maneja las herramientas que conoce, las del oficio; disloca su verdad. 

Y los que miran aguardan los rebotes debidos al cambio.

«La tarea es falible pero siempre perfectible», replica su estela. Da su paso hacia la unidad, lejos ya de ambivalencias. Azar lleva a ruta. Que lleva a ruta en dirección a ruta y desemboca en ruta (eso mientras camines).

Entonces la técnica colapsa en oficio y el pincel consistente se descubre sin razón con ciego estribillo gestual que acobija.

 Avanza permanente autómata meditabundo. 

Entonces se hace líquido y revela en dilución.

Sumiso se brinda en fluido.

Con la innegable omnipresencia de la voluntad caprichosa del agua.